sábado, 22 de diciembre de 2012

EL HADA DE INVIERNO.



Anwy, la diminuta hada del invierno, se encontraba en la puerta de hojas perennes que accedían a su casa. Observaba desde lo alto del árbol, como una niña patinaba en el lago junto a un pato asilvestrado. “Eso tendré que probarlo yo cuando no me vea nadie”. Pensó mientras se deleitaba con tan asombrosa escena.

Después de contemplar unos minutos más a ambos personajes, decidió entrar en el hogar, para crear unos bocetos de los patines que ella misma se construiría. Mientras dibujaba la forma más idónea en aquel pétalo de rosa blanca, pensó que. “Tendría que recoger algunos trozos de madera afilada para simular las cuchillas, y también unos tallos de plantas sin congelar, para sujetar estas a los pies”.

Una vez delineada la forma de su singular estructura, salió muy ilusionada, volando a buscar por el bosque el material necesario. Ella tendría todo a tiempo, para ir allí al día siguiente. Así fue como poco a poco se hizo con los utensilios necesarios para fabricar sus propios deslizadores de hielo.

Al llegar la mañana, se levantó tan ilusionada que nada más ver la luz de la amanecida, se colocó el artilugio en los pies y se fue volando al lago. Sí, realmente con sus alas sería mucho más fácil mantener el equilibrio. ¡Oh sí, esto es una gozada! Anwy nunca llegó a imaginar que se sentiría tan dichosa de poder resbalar de aquel modo por el agua congelada. Ella hallaría una nueva forma de bailar.

Los conejitos que la veían en la distancia, se unieron a ella, entre piruetas y deslizantes acrobacias. Aquel maravilloso día pasó con una Anwy feliz, disfrutando junto a sus amigos los conejos, en la danza de la amistad. Por ello, si alguna vez observas un lago helado, mira con ojos avizor, porque seguro que nuestra pequeña hada del invierno estará por allí revoloteando.

1 comentario:

  1. ¡Qué bonito! Un cuento precioso para contar a los sobrinos... Besos y Felices Fiestas.

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