martes, 23 de abril de 2013

CONFIDENCIAS A ORILLAS DEL TORMES



—Buenos días tenga vuestra merced, ¿precisáis de este joven experimentado en guiar de otros los pasos? También podría servirle a vos de escudero, pues por sus vestimentas denoto en usted un arduo caballero.

—Antes preciso yo saber, ¿dónde dejasteis, pillastre, al ciego que llevabais por lastre?

—¿Cómo sabe vos de mí?

—Soy hombre bien leído y aunque algunos me tachen de loco, culto e ilustrado me hallo. ¿Cómo ha de ser, que no conozca yo al hijo de Tomé González y Antonia Pérez, naturales de Tejares, provincia de Salamanca, bien apodado como Lazarillo de Tormes? Lo que me desfigura un poco el semblante es que, alguien como vos, no escuchara por estos lares de mis aventuras y desvaríos, allá por mis tierras manchegas de cuyo nombre no quiero acordarme.

—Dispénseme, Don Quijote, que al no verle yo a vos con Don Sancho pegado a los cuartos traseros de su Rocín, no le había reconocido bien por su porte y gallardía; y dígame, ¿cómo es que de su Castilla la Mancha anda vos tan alejado?

—Callar rufián, que de buena me he librado.

—Cuente, cuente, Don Quijote, sentémonos junto al Tormes para que se sienta vos más sosegado, mientras su corcel pasta por estos verdes campos. Preste atención al sonido relajante de sus aguas fluviales, disfrute el aroma de su floreada y primaveral orilla, y déjese acunar por el trinar de sus pájaros. Este al que llaman el Lazarillo de Tormes, dispone de todo el día para escucharle, no si a bien antes nos deleitamos con un mendrugo de pan y un trozo de ese queso manchego que hasta aquí llegaron arduas maravillas de semejante manjar.

—La fama le precede joven pícaro, puesto que a espabilados pocos le alcanzan, ¡si mi Sancho portara la mitad de su astucia…!

—Temple letrado, y demos antes algunos bocados.

—Almorzar vos, que yo ando con el estomago cerrado tras llevar días sin saber de mi amada Dulcinea, tanto es así que hasta el hambre como digo se ha llevado. Mandé a Sancho buscar en cada rincón y establo, no sea que algún mal bellaco de mi doncella haya abusado, o curse a posteriores un atraco, ¿atraco he dicho? ¡Qué Dios nos guarde! Que palabra tan mal sonante; pero bueno, a seguro tengo que de algún libro la habré sacado y como ando algo desmemoriado… El caso es que tras mucho trasegar con mi Rocinante bien gallardo, cambie de Castilla sin caer en la cuenta de que van separadas a penas por una astilla, y suerte tuve en que no me la clavé sino… Cuénteme mozalbete ¿Dónde dejasteis al que ni su dedo ve?

—Espere mi señor hidalgo, ¿no tendrá vino? Que me estoy añusgando.

—Ansia cursa en demasía, joven desamparado, ¡por Dios que es cierto que se ahoga, que hasta se le ha morado la imagen! A ver, a ver que busco entre las cosas de mi Rocinante… Tenga hombre de Dios, aplaque su sed, que buen susto me ha llegado. Loco me alucen sí, pero bien cuerdo me ando de no morir asfixiado.

—Sea pues por la misericordia de Dios, que la vida, vuestra merced, me ha salvado.

—Deje, deje que no soy yo tan tarado.

—Gracias sean pues, pero no cese en su hablar y proceda a continuar contando, que tras el destemple, de estas viandas buena parte yo les seguiré dando.

—Buenas tragaderas son las que posee mi joven pillastre, mas bien a gusto bajo este puente de Salamanca me hallo. Mire a mi semental, que placido se le ve pastando. Pero como bien le andaba adelantando, no está perdida mi dama, para mis entendederas que está secuestrada por alguna posadera, que de envidia, por mi persona recela, no sea que me despose con mi bella Dulcinea, perdiendo la oportunidad plena de que yo pudiera casar con alguna de ellas… ¿Cómo es eso? ¿Ya no dais más cuenta para terminar con mis viandas?

—Siento comunicarle, Don Quijote, ahora que no nos ve ni lee nadie, que en cierto modo yo no soy ni un ladrón ni un tragón, así como me describió ese tal Diego Hurtado; y el ciego sí ve, por ello me despidió.

—¡Por los santos más sagrados González! Crea que en semejante tesitura yo me hallo, puesto que mi locura aquí contada es fingida para quitarme de encima al pesado de Sancho. No sé de donde se sacó estos desvaríos que hizo míos el loco de Miguel Cervantes, ¡qué locura de hombre! Y trae lo que dejaste de mi fiambre que por su culpa llevo años pasando hambre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario