domingo, 24 de febrero de 2013

INFORTUNIOS DE LA VIDA



El devaneo de sesera comenzó cuando aún era pequeña. Vivía en la casita del bosque de Murlet. A mis padres siempre les gustaron el campo y los montes, por eso teníamos el jardín más colorido de la comarca.

Aquella tarde de abril, yo estaba aburrida sentada junto a la fuente del ángel de las sonrisas, cuando de pronto los cascos cautelosos de un caballo llamaron mi atención. Cuan grata fue la sorpresa al encontrarme junto a mí a un unicornio de verdad. Parecía herido puesto que por su quijada corría un delicado hilo de sangre. Parecían mocos de troll lo que se veían en sus crines. Seguro que ellos tenían algo que ver con aquella magulladura. Como mi madre me curaba muchas heridas cortando la punta de uno de los brazos del aloe vera, yo la imité para sanar al ser mágico de los bosques. En agradecimiento me dejó tocar su cuerno con las manos, y después desapareció recuperado del todo. ¡En verdad esa planta es fascinante!

Le conté lo sucedido a mamá pero ella me hizo prometer que guardaría silencio, porque la gente creía que esos animales tan especiales solo aparecían en los cuentos y en las leyendas. Nosotras debíamos velar por el secreto mejor guardado del mundo. Cuando le pregunté que si ella también los había visto, tomando mis manos me dijo que sí, que hacía muchos años, ¡Algo extraordinario sucedió! ¡Vi a mi madre de pequeña dando un beso al cuerno de un unicornio! ¿Sería por eso que ella tenía los labios más seductores del mundo y que sus besos me hacían sentir una calma infinita?

Hoy, no solo lo creo, sino que estoy convencida. Nunca me atreví a contarle que si me cogía de las manos me enteraba de sus secretos, y ella nunca me dijo lo de sus besos. Aunque desde ese instante compartimos algo especial.

Ya han pasado muchos años desde aquello, ahora soy una mujer casada y tengo mi propia vida. Una vida muy diferente a la de aquella infancia pasada. Vivo en la ciudad y gracias a mi peculiar don, soy una importante mujer de negocios. –Nunca me la han dado con chocolate–. Solo firmo un acuerdo cuando sus manos me dejan ver el verdadero fin del mismo. Si no siento cosas buenas no firmo jamás. La competencia me llama “La fémina del traje de oro”. Menos cuando creen que no se la verdad que entonces me llaman “La feísima de oro”. Nunca me ha importado, hasta ahora, porque de sobra sé qué de guapa tengo más bien poco. Yo soy diferente, aunque tampoco soy tan difícil de mirar, como para que me cataloguen como tal. Pero en definitiva, ¿qué más da?

Lo que en verdad me preocupa es mi matrimonio, con él nunca he querido usar mi don, pero lleva un tiempo muy extraño. Cuando me ve se pone nervioso, si pregunto, salta a la defensiva sin más. El juramento que me hice a mí misma, –Nunca entrar en su mente a través de sus manos–. Voy a tener que saltármelo, porque ya no puedo más con esta incertidumbre, aquí está pasando algo y me lo intenta ocultar. Esto no es cosa mía, pues llevo muchos años con Alberto y él no es así. Siempre he evitado coger sus manos o que el tome las mías. Hoy se las agarraría con desesperación, porque igual es que me ha dejado de querer.

Será mejor que no rompa mi promesa y contrate a un detective. Sí, eso será lo mejor. ¿Cómo carajos va a ser eso lo mejor? ¡A la mierda con todo! No puedo esperar más. Como me hubiera gustado tener en estos momentos los besos apaciguadores de mi madre. Pero ella no está.

–¿Cariño puedes venir un momento? –Espeté sin más preámbulos.

–Mmmm… Esto… –El que dudara tanto me ponía cada vez más nerviosa. Por eso salí yo en su busca.

Tomando melosa sus manos mientras le miraba a los ojos disimulando, y como en un flash, me llegó toda la información de golpe. De la conmoción desvanecí cayendo al suelo…

Había recibido el resultado de mis pruebas, no sabía como decirme que tan sólo me quedaba un año de vida y que además estaba embarazada.

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