sábado, 9 de marzo de 2013

EL ANILLO HECHIZADO DE LA REINA DRAGON



Ejercicio 20 con espacio limitado.

Una anciana es asaltada en la calle y le roban su anillo de boda. Cuando se dispone a pedir auxilio, siente que en la voz no existe tono conocido, algo está sucediendo en su interior, el cuerpo se revela, contra ella misma. Las manos oscas, arrugadas y rozando la última fase mortecina de la vida, de pronto se tornan en jóvenes y lustrosas. Los cabellos blancos y lacios de nuevas se vuelven rubios, voluminosos y llenos de brillo. Cuando se gira para ver la alteración de la imagen ante el escaparate de lentes, comprueba que la mujer joven que aparece ante sus ojos en aquel reflejo no es la anciana que vio por la mañana ante el espejo mientras se vestía. Adiós a las arrugas, a los labios finos de tristeza, a los ojos apagados, a las uñas carcomidas por la vida, a los pellejos de un cuerpo consumidos por el agotamiento.

Pero al fijarse en el cristal su perplejidad va en aumento. Todo esto no solo le ha mutado a ella, incluso el lugar está cambiando. Donde había edificios comienzan a aparecer árboles, los coches se convierten en flores, las calles en senderos y veredas… Toda la ciudad ha desaparecido ante sí. Los pájaros se han convertido en dragones, las moscas en mariposas, los niños en huargos, los hombres en guerreros de otro tiempo, los perros en sus caballos, y ella… Aún continúa modificando su aspecto. Sus ropas abren paso a las escamas de serpiente, su columna se alarga cada vez más para terminar en una larga, fina y puntiaguda cola de flecha azul turquesa. De los omoplatos sacude un dolor intenso que se resuelve en unas enormes alas blancas. Pero esto no ha terminado, pues el dolor hace que incline su cabeza escondiendo esta bajo sus manos. Es insoportable, tanto que sale disparada en un vuelo veloz, quiere gritar pero ya no puede, su voz es el estrepitoso alarido de una bestia, semejante al grito de un ancestral dinosaurio. Al rozar el agua del lago en pleno vuelo rasante, se ve reflejada en el líquido manso. Es la monstrua más hermosa que jamás ha imaginado. Sus ojos se tornaron rosas como los de una gata manga, con unas pestañas marcadas en negro vivo bien perfilado, su nariz se volvió chata como la trufa de una pantera, pero sus labios continúan siendo de mujer con colmillos afilados. Las manos parecen una mezcla de humanas y tigresa blanca, al igual que sus nuevas orejas en uve. Los pies son como los de un águila enorme, fuertes y con afiladas garras.

Una vez terminado el cambio, se da cuenta de que ve, oye y huele infinitamente más que antes, y por ende los asaltantes aún corren incrédulos, expectantes y asustados entre los árboles. En un par de aleteos les da caza, portando a cada uno en una de sus patas, llevándolos hasta unas cuevas que vio hace unos instantes en lo alto de la montaña.

–¿Qué habéis hecho? –Gruñe enfadada.

–Lo lamentamos mi reina, pero teníamos que libraros del hechizo. –Espetaron ellos abrazados uno al otro arrinconados de miedo.

–¿Hechizo? ¿Qué hechizo? Hablad mezquinos. –Rugió con furia.

Los hombres dejaron caer el anillo al suelo, recreándose en dos pequeños hombrecillos del bosque, más bien tenían aspecto entre enanos y duendes, pero un tanto más feos.

–Señora, llevamos muchos años buscándola por todo el reino, hoy al fin hemos dado con vos, por eso teníamos que quitarla el anillo de su mano. ¿No lo recuerda? –preguntó el que de pronto portaba un sombrero rojo.

–No, ¿qué es eso que he de recordar? –Preguntó algo más calmada.

–Su boda, con el hijo de la hechicera de Roca Negra.

–¡Alan! –Pronunció entre susurros–. El pez volador del lago Trémula, ¡ya lo recuerdo! –Se dejó caer sobre sus posaderas, abrazando con ambas manos su vientre.

–Sí mi señora, la hechicera les maldijo el día de la boda, desterrándonos de todo cuanto conocíamos el día en que ambos concibieran su primer hijo.

–¿Dónde está Alan? – Pero a esa pregunta nadie pudo dar una respuesta. Por lo que la reina de los dragones, derramó una lágrima que fue a parar al anillo de bodas.

–Solo las verdaderas lágrimas de dragón me devolverían a la vida. –Dijo el pez volador saliendo del interior del anillo como si llegara de otro mundo, con un gran huevo brillante entre sus brazos-. Te prometí que ella no podría con nuestro amor, vida mía.

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