domingo, 24 de febrero de 2013

ALTAR, MENUDO ENGAÑO



Tema: Libertad.

Premisa: No se precisa del altar para ser feliz.

………

Resumen.

Cenicienta vivía feliz hasta que falleció su padre. De ella, se hizo cargo la mujer más malvada del reino, la cual solo la quería como sirvienta, despojándola de todo lo que en un tiempo pasado la había pertenecido.

Un buen día, Cenicienta se cansó de tanta mezquindad y denunció a su madrastra por malos tratos y a sus hijas por ladronas, pues de todas las fiestas que asistían, traían algún recuerdo robado.

La madrastra acabó con sus huesos en la cárcel, y las hermanastras en un lejano reformatorio juvenil.

Cenicienta vendió la gran mansión y compró un piso discreto en la ciudad. Eso de ser ya mayor tenía sus ventajas. El resto de la fortuna la guardó a buen recaudo.

El príncipe la invitó a una fiesta junto al resto de señoritas de la ciudad. Ella asistió encantada, porque ya era hora de vivir su propia vida. Pero sin darse cuenta se pasó un poco con el ponche, perdiendo uno de sus zapatos de cristal al despedirse del príncipe, quien le acompañó toda la velada.

……….

Escena Final.

Desde palacio llegó una misiva a todas las casas, donde habitaban las jóvenes damas de la ciudad. En la cual rezaba:

Estimadas y muy bellas damas:

En unos días se personará en sus moradas, uno de los pajes de palacio, acompañado por mi hombre de confianza. En su haber portará un zapato muy especial para este quien les escribe. Si es vos, mi querida dama, la dueña del mismo, tenga a bien de acompañar a mi emisario, pues os traerá directamente ante mí, para que podamos conocernos mejor.

Atentamente:

Firma y sello: El príncipe.

A Cenicienta le dio la risa al leer semejante pergamino. Se imaginaba al príncipe de casa en casa probando zapatos como un simple zapatero. Terminó de desayunar con un ligero dolor de cabeza, y se apresuró a ordenar su dormitorio. Fue entonces cuando se dio cuenta que le faltaba uno de los zapatos de cristal. –¡Oh Dios mío! ¿Dónde puede estar? – En ese instante cayó en la cuenta del pergamino que había dejado en el comedor. Corrió de nuevo a leer su contenido. ¿Sería posible que lo tuviera él? Tendría que esperar para saber la respuesta, porque por más que intentaba hacer memoria para deducir donde lo habría puesto, no terminaba de recordar bien. –¡Maldito ponche de los mil diantres! –

–Mi señora, no hable de semejante modo, o se tendrá que confesar de nuevo. –Reprendió su nana.

–¡Oh Nana, he perdido el zapato de bodas de mamá! –Confirmó haciendo pucheros como cuando era niña, para evitar una buena reprimenda.

Como su anciana compañera ya había leído el comunicado de palacio a primera hora, comprendió lo sucedido, y quitándole importancia al asunto, se retiró al mercado para proveerse de víveres para el almuerzo.

A los dos días, llegó el emisario de palacio con el zapato de cristal, éste a pesar de ser un número demasiado pequeño para una dama, encajó en el pie de Cenicienta a la perfección, además mostró el parejo para mayor conformidad de los enviados del príncipe.

–Muy bien, señorita, tenga el gusto de acompañarme. –Insistió el hombre con una ligera reverencia.

Ella no dijo nada, tan solo se calzó y subió a la carroza. En silencio llegaron a palacio, donde el príncipe salió raudo y efusivo a su encuentro.

–Eres la más hermosa de todas las damas. ¿Quieres casarte conmigo? –Dijo este hincando una rodilla en el suelo mientras tendía ante ella, una caja con un anillo de oro macizo engarzando un gran diamante.

–Lamento mi descortesía joven príncipe, mas yo no oso casarme con vos ni con nadie. Recién encontré mi libertad y no deseo perderla por el final de un absurdo cuento. Puesto que si nadie nos quiere decir lo que viene detrás de las perdices, será pues, porque nada bueno ha de ser. –La princesa cerró la caja que aún portaba el joven en su mano, y lo ayudó a levantar.

Ante la expectación de cuantos les rodeaban, él tiró el anillo dentro de la carroza, y se unió a tan atrevida libertad. Escapando ambos corriendo muy lejos del lugar y de las insoportables normas tradicionales.

Colorín colorado, al fin, el fiasco del matrimonio ya nos lo hemos cargado.

1 comentario:

  1. Ja, ja, ja...toma ya principe de pacotilla...anda, escritora, que la moraleja me encanta, aunque llega tarde para mí leñe.

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