viernes, 26 de octubre de 2012

AMOR DE CABALLERO



Al fin ha terminado la batalla, donde tras mucho esfuerzo, sudor y sangre, hemos logrado salir victoriosos portando en nuestras manos la espada. Ya nos dirigimos al reinado, para tomar unos días de descanso y recuperarnos de nuestras heridas, antes de partir nuevamente a por otra conquista.

Ya en el castillo, nos reciben entre flores de campo y aplausos. Mas yo estoy deseoso de reencontrarme con los ojos verdes y cabellos dorados de mi dama. La mujer más hermosa y apasionada que jamás encontré. Esta noche al fin podre retozar entre sus brazos.

Entrados en el castillo, ¡ahí está ella!, acompañando a la reina, que porte femenino, que elegancia regia en sus andares, con ese contoneo de caderas que tanto me hacen enloquecer. Sus ojos se han clavado en los míos, y con ligera inclinación de cabeza adornada por la más hermosa de las sonrisas, me indica que se siente complacida y llena de dicha por saberme vivo. Deseoso estoy de ver asomar la luna esta noche. Nuestra hora deseada.

Tras varias horas los trámites del rey y sus caballeros tras la batalla, ya han dado a su fin. Ahora ya podemos retirarnos a nuestro descanso tan merecido y deseado.

Aún tengo tiempo para darme un baño y sacarme el polvo del camino antes de encontrarme con mi amada. ¡Cuan grata es mi sorpresa!, que al estar dentro del agua tibia que las doncellas del castillo me han preparado. Entra en la estancia, unas manos delicadas que sin mediar palabra comienzan a frotarme la espalda. Con sus besos va secando mi cuello. Es ella, Alexandra, la mujer de mi vida, pues solo ella sabe besar así.

Sus manos me van frotando el pecho entre besos y abrazos tiernos, mientras baja lentamente a mi parte ardiente. Toma el miembro entre sus manos y lo frota de arriba abajo con ardua maestranza, baja hasta los testículos y juega con ellos como si fuesen bolas entre sus dedos. El deseo de tomarla es tan grande que con mis labios me como con ardor su boca, mientras con mis manos me ayudo a salir de la cuba de agua, que uso por bañera. Ella me da sutilmente la toalla para secarme y hacerla mía.

Una vez seco con su diestra ayuda, entre caricias y besos, tomo su cuerpo entre mis brazos para llevarla al lecho. Donde comienzo a desnudarla con ardua pasión, igual piensa que soy un poco rudo, pero han sido tantas noches la que he deseado tenerla entre mis brazos para hacerla mía, que a estas alturas ya no aguanto la desazón. Desnuda ante mi ser, me tomo unos segundo para contemplar su esbelta belleza femenina. Su cuerpo se arquea al tumbarme sobre ella y tomarla un pecho con la mano mientras le mordisqueo el pezón y con la punta de la lengua lo balanceo con fiereza.

Sus dedos se enredan con mi melena, mientas con la otra mano se hace dueña de mi miembro. ¡Oh sí! ¿Cuántas noche habré deseado este momento?. Meto mis dedos con suavidad entre los pliegues de su sexo sin dejar de poseer sus protuberantes senos. Sus aislados gemidos de placer hacen que su cuerpo se arquee y se estremezca junto al mío. Sin decir nada me tumba de espaldas y me besa ardorosa y apasionada los labios, bajando entre besos y movimientos de serpiente juguetona con su lengua hasta mi entrepierna. Con sus dedos retuerce delicadamente mis pezones acelerando mi ritmo cardiaco. Su boca besa el prepucio del miembro, humedece la punta con su lengua, y con una mano auxiliadora comienza con un ardoroso movimiento que baja y alza con soltura la piel protectora del bálano, seguida por la plena cavidad de su boca. Al poco pone una rodilla a cada lado de mi contorno mientras yo juego con sus turgentes pechos. Así en poco más de un instante se golpea con desazón entre sus partes con mi falo, y sin apenas darme cuenta se lo introduce dentro de ella cabalgando cuan salvaje amazona.

El placer es tal que en segundos a punto estoy de estallar dentro de su ser. La tumbo con ligera brusquedad de espaldas en el lecho. Donde yo pueda hacerme dueño de su cuerpo. Con un ritmo pausado acaricio su clítoris sintiendo con más fuerza el abrazo de su vagina. Sus gemidos acompañados del contoneo arqueado de su cuerpo me indican que está al borde del climax. Alzo sus piernas para ponerlas sobre mis hombros y acelero el ritmo penetrante mientras ella a ritmo apasionado se acaricia su monte de Venus. Con unos cuantos envistes más nos unimos en el gemido más largo del placer, mientras nuestros flujos sexuales se unen con descaro.

Exhausto y complacido, dejo caer mi cuerpo sobre el de ella, mientras sus palpitaciones vaginales se van apoderando de mi hinchazón viril. Una vez atenuadas nuestras respiraciones entre tiernos besos y abrazos. Me desacoplo de su cuerpo con el sonido de un sordo y húmedo beso de sus labios vaginales.

Aquí tumbados en el cálido y mullido catre, abrazado a mi dama, mentalmente le doy gracias a mi dios por salvarme de la batalla y a mi rey por ardua recompensa. Con las palabras susurrantes, agradezco a la que algún día será mi mujer, por una noche tan deseada. Así satisfecho por encontrarme en este lugar y en este momento, me dejo vencer satisfecho por el deseado sueño de caballero.

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