viernes, 12 de octubre de 2012

¿OJOS TRISTES MARINERO?


El mar se movía agitado, y sobre las rocas se encontraba aquel chico. No se veía su rostro, lo tenía escondido entre las rodillas, que abrazaba con sus brazos. Allí sentado, como si el mundo que le rodea no fuese suficiente para él.

«Que hermoso ha de ser su interior, para no desear ver la belleza de la vida que nos acaricia desde fuera». Pensó Yemayá mientras se acercaba al desconocido.

Cuando se encontró allí de pie a sus espaldas, ella percibió en su rostro las frescas salpicaduras del mar. «No puedo comprender porque este pequeño hombre se tapa el semblante de esa manera». Intentaba analizar, sin respuesta en su mente de mujer.

—Dime muchacho, ¿por qué escondes tu cara?—

El joven no dijo nada, tan solo levantó con calma la cabeza, despacio, sin prisas, como el que sale de un sueño para entrar en otro. Una vez girados sus rasgos hacia la dama, sonrió plácidamente, como si aquel aroma celestial que envolvía el ambiente le fuese conocido.

—¡Madre! ¿Y usted me lo pregunta, cuando casi pierdo la vida en le mar?— Quiso saber él.

Yemayá contempló satisfecha todo cuanto tenía ante sí, acababa de comprender, que el marinero escondía su rostro porque era ciego. Tan solo de aquella manera, podía ver el mundo que le rodea desde la pureza de su interior. Por ello la fémina, con un giro de muñecas dando un majestuoso movimiento a sus manos, alzó parte del agua marina a los cuatro vientos. Así con aquel simple gesto, las gotas de agua salada que caían sobre él, penetraron en sus ojos, devolviendo una vez más la visión a sus pupilas.

—Gracias madre, Diosa de los Mares, primero por salvarme la vida años atrás y ahora por devolverme la vista para poder contemplarla una vez más—.

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Inspirado con esta música de fondo: http://www.youtube.com/watch?v=HmsRFrN97ek&feature=related



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