jueves, 11 de octubre de 2012

MUSICA PARA MI ADORABLE CABALLO




Aunque digan que la música no se hizo para todos los seres vivos, yo creo que sí, porque tú, que sabes sentir en lo más profundo de tu ser, no creo que pienses que eres único entre tanto espíritu libre y soñador.

Soy el caballo que pasta por la era de un pueblo cualquiera, siempre el silencio me apacigua los días de trabajo. Mas me encanta escuchar la música de fondo que se oye por las mañanas, cuando la señora Andrea con las ventanas abiertas ventila su casa, mientras faena con las tareas cotidianas. Es en esos ratos de mis horas inciertas, cuando más me gusta buscar esas notas musicales que llegan con suavidad hasta lo más profundo de mi ser.

Allí sumido en mi soledad, subo a la parte alta de la era, para acercar mis pasos a esa ventana sonora que tanto me hace recordar tiempos anhelados, en los que yo aún era un potro joven. Ahí en esa misma era nací, de la yegua más esbelta que ningún humano conoció. Años caducados de tiempos mejores para los que somos caballos. 

Cierro mis ojos molestos por las moscas del verano, para sumirme en los sueños del pasado. Cuanto añoro las carreras que hacia siendo aún corcel tierno, sin montura, sin jinete a lomos aún no curvados. Donde quedó aquella niña de ojos verdes y pelo negro ondulado. Aquella mirada pura, limpia y clara. Hoy aún viene a verme cada día del año, pero ya se hizo mujer y sus ojos ya no son translúcidos por la alegría, ahora son ojos llorosos por las penas de la vida. Creo que ella también vive los recuerdos lejanos en un alejado tiempo marchitado.

La música me devuelve cada día aquella dulce y pálida niña con cara de muñeca. Tras la oscuridad de mis ojos tornados, la vida parece volvernos a sentir unidos. Esa cohesión sin lamento, donde ella vivía por mi y yo me desvivía por ella para hacerla dichosa y feliz.

Andrea, mi pequeña carita de porcelana, si supieses cuanto la música de tu casa me acerca a ti. Gracias por el regalo que cada mañana tú me haces a mi. 

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